POR ANEIKA PÉREZ
Luella es de colores; es un hermoso arcoiris.
Sí, hay lluvia, y también hay sol, y entonces ese instante mágico, rayos de luz reflejando amor, paz y gracia; esa es Luella, Luella de colores.
No voy a decir que nuestro recorrido ha sido fácil, pero hemos aprendido a bailar bajo la lluvia, a centrarnos en los colores contenidos en ese corazón tan grande lleno de amor que todo ilumina, a dejar que la vida fluya y nosotros con ella; a ver más allá de las expectativas, y dejar de pensar en lo que hay que arreglar, TODOS somos un trabajo en progreso, de eso se trata la vida, y es más fácil cuando pones tu energía en tus fortalezas que viviendo tratando de encajar.
Reflejarme en sus colores es cosa del día a día, me detiene, me recuerda estar presente; admiro su capacidad de retraerse, ojalá todos pudiéramos ver hacia dentro con la facilidad que ella lo hace y hallar la dicha en la trivialidad, ojalá todos pudiéramos ser auténticos sin necesidad de simular.
A veces desearía vivir para siempre y asegurarme de que ella siempre podrá ser ella, de que nadie le exigirá ser alguien más, de que en nuestro afán porque entienda este mundo, nunca se vea en un camino gris; deseo que sus colores brillen siempre, que disfrute lo que ama, lo que llena su corazón.
Desearía que el mundo aprendiera a ver la emoción en su manoteo, y la ilusión en su canción, desearía que todos aprendiéramos a vivir en un mundo de amor, de comprensión y respeto, donde las diferencias fueran todo y nada, donde tuviéramos claro que somos tan diferentes como iguales, que lo que nos hace únicos es la certeza de que somos uno.